Carlos Barrachina Lisón
16 de noviembre de 2016
Si las redes sociales permiten medir el ambiente político del estado, pudiera decirse que este inicio de sexenio está siendo movido. Un piloto de una aerolínea comercial nos advertiría que nos ajustáramos los cinturones porque nos encontramos atravesando una zona de turbulencias.
En la calle, la gente sigue con su vida; más o menos recuperando el ritmo vital anterior a la campaña. Unos señalan que hay que esperar y darle el beneficio de la duda al gobernador; otros desconfían -todavía con la esperanza de que las cosas cambien-, pero no les gusta ni muchos de los nombramientos, ni el estilo de toma de decisiones de los nuevos gobernantes. Otros han sido afectados de forma directa por la derrota del PRI, y no están contentos, como pudiera ser previsible por la pérdida de sus trabajos.
Es demasiado pronto para diagnosticar de forma precisa el estado de ánimo de la gente, frente al cambio político. En eso, tienen razón varios “ilustres” de las redes sociales…; sin conceder, por ello, que todos tenemos la posibilidad de ser libres para reaccionar y emitir nuestra opinión frente a señales que no nos parezcan adecuadas.
Se habla de los poblanos, pero ciertamente sólo en la administración se sabe a ciencia cierta cuántos recién llegados se han asomado a la puerta. ¿De hecho, a qué grupo pertenecen los poblanos? ¿Al de Juan Vergara y Hendricks -el priista-; al de Eukid Castañón y Moreno Valle -el panista-; o al de consultores “independientes”, que, en lugar de llegar de Monterrey, ahora llegan de la UDLA de Puebla? Lo que sí se puede afirmar, es que si el Residencial Andara, en Chetumal, sirve como termómetro para medir la llegada del número de fuereños; ciertamente, no han sido tantos, porque no se ha registrado un movimiento “masivo” de camiones de mudanza en el fraccionamiento, ni la vida se ha visto interrumpida de forma sorprendente por “grandes cambios”.
Carlos Joaquín desde el minuto inicial ha asumido sus responsabilidades políticas. Ha decidido sobre su gabinete, estableciendo los criterios que ha creído convenientes; y ha también sobre su relación con la sociedad y los medios de comunicación. Su equipo no le ha ayudado mucho en ese sentido, porque se han visto torpes, han perdido la calma, y se han peleado entre ellos, lo que ha provocado que el Gobernador haya tenido que exponerse de forma innecesaria. De hecho, ahora se habla de que las “vallas humanas”, han sustituido a las “vallas metálicas” tradicionales.
CJ, por una parte, quiere responder a las inquietudes sobre el enjuiciamiento penal a Borge, y sobre los que se han enriquecido en el estado (aunque se está viendo muy lento). Empezaban a escucharse voces sobre un posible pacto con la anterior administración, y ha querido cortarlas sin concesiones. Sin embargo, siguen planteándose señalamientos sobre las razones profundas tanto de la lentitud, como de la falta de profundidad de las acusaciones. En un estado en el que las familias políticas con intereses económicos están tan interrelacionadas … ¿hasta dónde puede avanzar el Gobernador sin afectar sus propios intereses familiares? ¿está libre para tirar la primera piedra? ¿lo están sus colaboradores? La bola de nieve empezó ayer a rodar…
Por otra, ha impulsado una medida “clara” sobre el endeudamiento, refinanciando la deuda, a efectos de poder gobernar con liquidez, pero todavía no presenta a la sociedad las líneas claras de su administración. Sabe que va a ser observado, y que le gente espera mucho de él y de su equipo, pero sigue sin mostrar las cartas. Esta medida ha generado muchas críticas, se ha cuestionado que, al trasladar la responsabilidad a los siguientes mandatarios, únicamente retrasa la situación, e incrementa el costo de lo heredado. Sin embargo, ¿cómo actuamos nosotros cuando tenemos unos créditos contratados que nos superan, y tenemos que seguir comiendo y viviendo? Probablemente, si tenemos la oportunidad, refinanciamos nuestra deuda.
Finalmente, CJ ha roto de forma expresa con los medios de comunicación social. No quiere saber nada de ellos. Está dejando claro que no los necesita para apoyar a su administración. La lógica que preside esta decisión, es que detrás de cualquier tipo de cuestionamiento, está la mano y los recursos de Félix González Canto. En este sentido, en mi opinión hay una reacción desmedida por parte de la administración. Detrás de los comentarios de la mayoría de los periodistas, no se encuentra la mano perversa del “conspirador” de Cozumel, sino la opinión de gente muy informada, que tiene la vocación social de señalar aspectos delicados, e informar a la ciudadanía (aunque en los últimos años hayan sido sometidos al dilema ético de “lana o exilio”).
Incluso en las redes sociales, los que nos atrevemos a emitir algún juicio más o menos “crítico”, estamos siendo objeto del “acoso” de algunos troles; y recibimos, como por otra parte es natural, la opinión de varios “amigos”, señalándonos que debemos ser más pacientes. En algunos casos, incluso se cuestiona nuestra opinión como “sospechosa”, y se cuestiona nuestra honorabilidad. Esto también es normal, porque el que expresa su opinión, debe estar abierto y ser tolerante con las opiniones de otras personas que no estén de acuerdo con su punto de vista. Aunque en este caso, también se percibe un grado alto de tensión, o frustración frente a la crítica que sorprende por su falta de tolerancia.
Creo que de este proceso van a salir cosas muy positivas. Por una parte, el Gobierno, le guste o no, va a sentirse observado, y motivado para cumplir al ritmo que pueda desarrollar, sus promesas de campaña. Por otra, el gremio periodístico, va a recuperar vida y libertad, utilizando los medios que ofrecen las nuevas tecnologías, o las plataformas tradicionales que logren sobrevivir a esta etapa. En pocos meses, la ciudadanía atenta y responsable, va a poder distinguir entre unos comunicadores y otros; y ojalá las cosas se pongan en su lugar. Si el Gobierno cumple con su promesa de libertad, todos vamos a salir ganando: tendremos vigilancia sobre la administración pública y una prensa libre para informar a una ciudadanía que está acostumbrada a niveles muy limitados de conocimiento real sobre el gobierno y sus actividades.
Hago votos para que superemos la zona de turbulencia, y el gobierno del contador Carlos Joaquin responda a las grandes expectativas que generó.