Por: Jesús Amador
Chetumal.- Independientemente de los supuestos logros sociales y económicos alcanzados en su administración (él presume de muchos aunque la mayoría de los quintanarroenses señalan lo contrario), políticamente hablando Carlos Joaquín González llega a su quinto año de gobierno sólo y sin «delfín» para que administre «el circo» como coloquialmente señalan los Tigres del Norte en una canción sobre la forma de controlar y gobernar en México.
En cuestiones sociales y administrativas, Joaquín González habla de grandes logros. Y quizá tenga razón porque él y sus colaboradores viven en un mundo ajeno al que a diario enfrentamos la mayoría de los quintanarroenses donde el común denominador es lidiar con problemas económicos, laborales, de salud y de seguridad.
Los que radicamos en la famosa y cada vez más olvidada zona sur de Quintana Roo, es decir, en los municipios de José María Morelos, Felipe Carrillo Puerto, Bacalar y Othón P. Blanco, desde hace 5 años venimos tomando el «atole con el dedo» que Carlos Joaquín nos ha suministrado y no nos ha quedado de otra que engullirlo.
Los sureños, principalmente los Chetumaleños, aun esperamos que Carlos Joaquín cumpla lo prometido en junio del 2016 cuando ganó la gubernatura: mejorar su nivel de vida y hacer más productivo el sur del Estado. Hasta ahora ninguna de las dos cosas ha cumplido, a pesar de querer «vender espejitos» con el dizque recinto fiscalizador.
Aún cuando argumenta lo contrario, sin duda que la pandemia sanitaria generada por el virus del Covid-19 jugó a favor de Carlos Joaquín. Desde el segundo trimestre del año pasado lo ha ayudado para apaciguar las enormes carencias que traía su gobierno y que hasta ahora se observan.
En el rubro político, Carlos Joaquín desaprovechó sus primeros 5 años de gobierno para crear una clase política comprometida con el bienestar de Quintana Roo. Su principal yerro (seguramente con el paso de los años lo reconocerá) fue traer funcionarios de primer nivel de Puebla, DF, incluso colombianos. Esa ofensa (la de traer fuereños) y la de correr a cientos de trabajadores del gobierno estatal, nunca se las perdonarán los nacidos y radicados quintanarroenses quienes después de idolatrarlo y seguirlo, ahora lo aborrecen e ignoran.
Ahora, y con la premura del tiempo, naufraga en el abismo de la desesperación. Lo mismo se arrima y ofrece el respaldo a los candidatos (as) de Morena a la gubernatura, que a los priistas y cualquier individuo que aspire a ocupar su lugar en septiembre del próximo año.
Hasta en el periodo del innombrable Beto Borge, por lo regular el mensaje político en los quintos informes de los ex gobernadores quintanarroenses servía para dar «línea o destapar» a su respectivo «delfín», cosa que difícilmente sucederá mañana con Carlos Joaquín debido a que no tienen ningún cetáceo u hombre de confianza a quién pueda decir que formó o construyó durante su gobierno.
Vale recordar que en el año 2000, el priista Félix González Canto aprovechó de que el presidente de la República, era el panista, Vicente Fox Quesada, para controlar en su totalidad su relevo, impuso como candidato tricolor al desconocido Beto Borge y lo convirtió en gobernador. Ahora Carlos Joaquín, a pesar de que el gobierno federal es contrario al suyo, no pudo hacer lo mismo a tal grado que los aspirantes priistas, panista y perredistas buscan «padrinos» externos.
Resulta obvio que Carlos Joaquín no tiene el control político de Quintana Roo y difícilmente lo obtendrá en los últimos doce meses de su gestión, a menos que tome el camino más fácil, del que todo mundo murmura: ser el coach de Mara Lezama.
¿Será que desde ahora Carlos Joaquín se pare en la mesa de billar y pida las bolas para jugar carambola de dos bandas (Morena y PAN)?
Tiempo al tiempo…